La Orchestra Filarmónica della Scala de Milán actúa por primera en la Quincena, bajo la dirección de Riccardo Chailly

•    El director italiano es el titular de la orquesta milanesa desde el año 2015.

•    Interpretarán dos grandes obras del repertorio sinfónico: la Sinfonía n.º 5 de Piotr Ilich Tchaikovsky y Daphnis et Chloé de Maurice Ravel

•    Entradas a la venta en las taquillas del Kursaal y del Teatro Victoria Eugenia y en quincenamusical.eus.

Dentro del ciclo de grandes conciertos del Auditorio Kursaal, la Orchestra Filarmonica della Scala de Milán actúa por primera vez en el festival, dirigida por su titular Riccardo Chailly, quien regresa a San Sebastián tras sus última visita al festival en 2003. El tándem italiano abordará un programa compuesto por obras de Tchaikovsky y Ravel de gran virtuosismo orquestal. El concierto tendrá lugar mañana martes, 27 de agosto, a las 20:00 en el Auditorio Kursaal.

El festival da la bienvenida a una de las grandes figuras de la dirección de orquesta, Riccardo Chailly, en la que será su tercera vez en la Quincena. Nació en Milán en 1953 y, como hijo del compositor Luciano Chailly, creció inmerso en en un ambiente musical. Tras estudiar composición y dirección en los conservatorios de Perugia, Roma y Milán, completó su formación como director bajo la tutela de Franco Ferrara en Siena, y a los 20 años se convirtió en asistente de Claudio Abbado en el Teatro alla Scala de Milán. Este mismo teatro se convirtió en el trampolín que impulsó su carrera cuando debutó con Werther de Massenet cinco años más tarde, en 1978. Su carrera internacional se disparó y pronto asumió cargos de gran prestigio: entre 1982 y 1989, fue director titular de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín, y de 1986 a 1993, fue director musical del Teatro Comunale de Bolonia. Simultáneamente, de 1983 a 1986, ejerció como principal director invitado de la Orquesta Filarmónica de Londres. Pero su consagración definitiva llegó en 1998, con su nombramiento como director titular de la prestigiosa Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam, cargo que ocupó hasta 2004. Durante este periodo, Chailly elevó aún más el nivel de la orquesta neerlandesa, explorando un repertorio que abarcaba desde los clásicos hasta la música contemporánea, con un énfasis especial en la música de Mahler y Bruckner. Chailly, junto a la Orquesta del Concertgebouw, visitó la Quincena Musical en dos ocasiones, en 1997 y 2003. Tras su etapa en Ámsterdam, Chailly asumió la dirección de la Gewandhausorchester de Leipzig en 2005, orquesta con la que mantiene aún una estrecha relación. Actualmente, y además de sus apariciones como director invitado en los coliseos operísticos y con las orquestas más prestigiosas del mundo, Chailly es director musical de la Orchestra Filarmonica della Scala de Milán y de la Orquesta del Festival de Lucerna.

La Orchestra Filarmonica della Scala de Milán fue fundada en 1982 por instrumentistas que participaban en las producciones operísticas de La Scala, por lo que su origen se remontaría en realidad a 1778, año en que se inauguró el teatro, lo que la convierte en una de las instituciones musicales más antiguas del mundo. Desde sus inicios, ha sido un pilar fundamental en la historia de este teatro italiano y, en consecuencia, de la historia de la ópera, participando en los estrenos mundiales de títulos tan famosos como Nabucco y Otello de Verdi, Norma de Bellini o Madama Butterfly de Puccini. La orquesta, bajo la batuta de directores legendarios como Arturo Toscanini, contribuyó a dar vida a muchas obras maestras de la ópera, pero desde que en 1982 Claudio Abbado la sacó del foso del teatro, implantando en su organización un modelo similar al de la Filarmónica de Viena, la orquesta ha brillado también en el repertorio sinfónico. La agrupación italiana ha destacado siempre por su versatilidad, que le permite interpretar con maestría desde obras clásicas hasta composiciones contemporáneas, y ha mantenido relaciones muy estrechas con directores como Leonard Bernstein, Carlo Maria Giulini, Giuseppe Sinopoli o Daniel Barenboim, y especialmente con Riccardo Muti, que fue su director principal durante casi dos décadas, entre 1987 y 2005. Bajo la dirección de Riccardo Chailly, que la dirige desde el año 2015, la orquesta ha ampliado aún más su repertorio y ha intensificado su presencia internacional, con un intenso calendario de giras y grabaciones discográficas entre las que destacan sus discos dedicados a compositores italianos.

El programa que el tándem italiano ofrecerá en San Sebastián comienza con la Sinfonía n.º 5 en mi menor, op. 64 de Piotr Ilich Tchaikovsky, una obra maestra del Romanticismo ruso que explora la lucha del hombre contra el destino. Compuesta en 1888, su estreno -con el compositor dirigiendo- generó reacciones encontradas: al público le gustó, pero los críticos la destrozaron. El propio Tchaikovsky se sentiría siempre inseguro con esta sinfonía que comienza con un sombrío estado de ánimo, marcado desde la misma introducción por un tema en los clarinetes que reaparece a lo largo de la obra y que se relaciona con su contenido programático en torno al destino. Después de este introducción, el primer movimiento continúa con una marcha, pero que adquiere el cariz de una procesión sombría. Tras este intenso y trágico primer movimiento, los dos centrales introducen colores más cálidos: el segundo es un idílico Andante cantabile que contiene uno de los solos de trompa más célebres del repertorio, y el tercero baila al ritmo de un vals inspirado en una melodía callejera que el compositor había escuchado en Florencia diez años antes. El último movimiento presenta de nuevo el tema del destino, esta vez en una ambigüa oscilazación entre una tonalidad menor y mayor que simboliza la lucha entre oscuridad y luz. Tras la imponente introducción, el tempo se acelera hasta convertirse en un animado trepak, una danza folclórica rusa, y el movimiento finalizará nuevamente con una majestuosa fanfarria.

En la segunda parte, la Orchestra Filarmonica della Scala de Milán interpretará las Suites n.º 1 y n.º 2 del ballet Daphnis et Chloè de Maurice Ravel, con el que el compositor vasco quiso, en sus propias palabras, «reproducir fielmente la Grecia de mis sueños, que es muy similar a aquella imaginada por los pintores franceses de finales del siglo XVIII». Estrenada en 1912 por los Ballets Rusos, Daphnis et Chloè no cosechó gran éxito como obra escénica, pero su partitura pronto fue reconocida como una de las cumbres en el uso virtuosístico de la orquesta. En este sentido, Daphnis et Chloé es considerada una obra fundamental del siglo XX, al introducir una nueva forma de pensar la sonoridad de la orquesta: frente a la práctica común de orquestar lo que previamente se escribía en el piano, numerosos pasajes de Daphnis et Chloé nacen ya directamente de la tímbrica orquestal, solo cobran sentido a través de ella y trascienden ampliamente cualquier ejercicio de colorear un material previo.

Ravel comenzó a trabajar en Daphnis et Chloé en 1909. La idea de trasladar la novela homónima de Longo (siglo II d.C.), un romance pastoril que se desarrolla en Lesbos, era del coreógrafo Michel Fokine, quien contó con las actuaciones estelares de Tamara Karsavina y Vaslav Nijinsky en los roles principales. Pero el ballet solo cosechó un éxito moderado en su estreno en junio de 1912, pasando desapercibido frente a la otra pieza de temática griega de los Ballets Rusos, el célebre Prélude à l'après midi d'un faune, que Nijinsky había estrenado diez días antes. Afortunadamente, esta «sinfonía coreográfica», como la denominó Ravel, se integró rápidamente en el repertorio sinfónico y ha gozado de una vida muy activa en los atriles de las orquestas, pues se diría que sus imágenes de ninfas, piratas, danzas guerreras y bacanales adquieren mayor presencia en la abstracción sonora de una sala de conciertos que sobre el escenario de un teatro.

Las entradas para este concierto se pueden adquirir en las taquillas del Kursaal y del Teatro Victoria Eugenia y en la web quincenamusical.eus.