La Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt regresa a la Quincena Musical junto a su nuevo director, Alain Altinoglu

  • El maestro francés de origen armenio dirigirá un programa compuesto por obras de Verdi, Sibelius, Debussy y Weinberg.
  • El coro vasco Vocalia Taldea y la violinista coreana Bomsori Kim se sumarán a la orquesta alemana en algunas de las obras.

Como ya es tradicional en la programación de la Quincena Musical, con la recta final del festival llegan a la ciudad las grandes orquestas internacionales. La primera en actuar, el domingo 21 de agosto, será la Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt, una de las mejores orquestas alemanas, que debutó en la Quincena Musical hace más de 40 años y que desde entonces ha actuado en San Sebastián con regularidad. Esta vez, la formación de Frankfurt llegará de la mano de su nuevo director titular, Alain Altinoglu, con un programa muy variado que incluye obras de Verdi, Weinberg, el Concierto para violín de Sibelius junto a la violinista revelación coreana Bomsori Kim, y los sugerentes Nocturnos de Debussy con la participación del coro de voces blancas Vocalia Taldea de Vitoria-Gasteiz. La actuación dará comienzo a las 20:00 en el Auditorio Kursaal.

La Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt (HR-Sinfonieorchester), fundada en 1929, es la tercera orquesta de radio más antigua de Alemania. Desde sus inicios, bajo su primer director musical Hans Rosbaud, la orquesta hizo una apuesta decidida por el repertorio sinfónico tradicional, así como por la música contemporánea. Después de la Segunda Guerra Mundial, la orquesta creció con Kurt Schröder, Winfried Zillig y Otto Matzerath a la cabeza, logrando finalmente la posición internacional entre los años 1960 y 1980 bajo Dean Dixon y Eliahu Inbal. La orquesta es una asidua invitada a renombrados escenarios como los Proms de Londres o el Concertgebouw de Ámsterdam, y en ciudades como Viena, Salzburgo, París, Budapest o Praga. Es, asimismo, una formación bien conocida por los seguidores de la Quincena Musical, ya que acude al festival desde la década de 1980. Su última visita a la capital guipuzcoana fue en 2016, con dos conciertos en los que ofreció, entre otras obras, la Sinfonía nº 9 de Beethoven en celebración de la capitalidad cultural europea de Donostia 2016. En el concierto de este domingo, y para la interpretación de los Nocturnos de Claude Debussy, a la orquesta alemana se le sumará Vocalia Taldea, el magnífico coro de voces blancas con sede en Vitoria que dirige Basilio Astúlez.

El director titular de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt en la última década ha sido Andrés Orozco-Estrada, muy ligado a la vida musical vasca ya que fue también titular de la Euskadiko Orkestra entre 2009 y 2013. Pero Orozco-Estrada se despidió de la orquesta alemana en 2021 y le sustituyó Alain Altinoglu, uno de los directores más interesante del panorama francés. Nacido en París en 1975, este director con raíces armenias estudió en el Conservatorio Superior de Música de París, donde enseña desde entonces, y es un reputado especialista en música vocal, bien sea acompañando desde el piano a cantantes como Nora Gubisch o dirigiendo óperas en el Théâtre Royal de la Monnaie de Bruselas, del que es titular desde 2016. Ha obtenido grandes críticas por sus interpretaciones del repertorio romántico e impresionista, que forma la base del programa que dirigirá en Donostia.

Tras la breve Obertura de La forza del destino de Giuseppe Verdi, que abrirá el concierto con un guiño a la ópera en la que Altinoglu es especialista, la violinista surcoreana Bomsori Kim se sumará a la orquesta alemana para interpretar uno de los conciertos más famosos del repertorio para el instrumento: el Concierto para violín de Jean Sibelius. Kim es una de las jóvenes violinistas más admiradas de la actualidad, ya que tras ganar prácticamente todos los concursos para violín más prestigiosos (Concurso Internacional de Música ARD, Concurso Internacional Tchaikovsky, Reina Elisabeth, Concurso Internacional de Jean Sibelius, Concurso Joseph Joachim Hannover, etcétera), se ha embarcado en una carrera de gran éxito que la está llevando a debutar con las principales orquestas europeas y americanas.

Sibelius, que antes de centrarse en la composición intentó labrarse una carrera como solista de violín, finalizó su Concierto para violín en 1903. Lo hizo con auténtica fiebre creadora, pues para él no había un medio mejor que el violín para articular su propia voz. Aino, su esposa, recordaba que "tenía tal cantidad de temas en su cabeza que estaba, literalmente, mareadísimo. Permanecía levantado toda la noche, tocaba increíble y hermosamente [...] Tenía tantas ideas que era difícil de creer". Por desgracia, esa superabundancia de ideas hizo del concierto una obra poco efectiva formalmente, lo que sumado a una interpretación muy mediocre se tradujo en el estrepitoso fracaso de su estreno, en febrero de 1904. Sibelius decidió entonces someter la partitura a una profunda revisión, simplificándola notablemente, y la versión definitiva sonó por vez primera en Berlín, en octubre de 1905, con Karel Halíř como solista y la dirección de Richard Strauss.

La segunda parte de la velada comenzará con Nocturnes, un tríptico sinfónico para orquesta y coro femenino cuya génesis se remonta a 1897 y que Claude Debussy finalizó en 1899. Se trata de una de las obras más “impresionistas” de Debussy, ya que cada uno de los movimientos evoca un paisaje específico y cada uno es una obra maestra de orquestación sensual, con un resultado sonoro que ha sido comparado a menudo con el trabajo pictórico de autores como Monet, Renoir, Turner y particularmente James McNeill Whistler, quien también llamó Nocturnos a una serie de pinturas atmosféricas. Cualesquiera que sean las influencias, aquí el lenguaje de Debussy se reconoce instantáneamente como propio, ya sea en el confuso impresionismo de Nuages, la brillante animación de Fêtes o la ondulante sensualidad de Sirènes, en la que el compositor empleó un coro de mujeres sin texto para acentuar el misterio de la música.

La velada llegará a su fin con la Suite para orquesta de Mieczysław Weinberg. Nacido en Varsovia, donde su padre era compositor y director musical en un teatro judío, se vio obligado a huir de su Polonia natal después del ataque alemán en 1939. Encontró refugio en la Unión Soviética, estudió composición en Minsk y, con el apoyo de Shostakovich, finalmente pudo establecerse en Moscú. Más tarde, volvió a salvarse de la persecución y el arresto de Stalin en 1953 gracias a la intervención de Shostakovich, que era uno de sus grandes amigos. La Suite para orquesta fue escrita precisamente durante esta época tan complicada para Weinberg, pero se trata, sin embargo, de una obra ligera y amable, con melodías memorables y guiños a la música popular polaca como la polka o el galop.