- La formación checa, unánimemente reconocida como una de las mejores orquestas de Europa, estará dirigida por su titular desde 2019, Semyon Bychkov.
- El primero de los programas estará dedicado a una única obra, la Sinfonía nº 7 de Gustav Mahler, y con el segundo celebrarán una fiesta checa con obras Dvořák, Martinů y Janáček.
- En el concierto de clausura del 27 de agosto participarán también las pianistas Katia y Marielle Labèque, el Orfeón Donostiarra y cuatro solistas vocales.
La 83ª edición de la Quincena Musical llega a su final los días 26 y 27 de agosto con la doble actuación de una de las mejores orquestas de Europa. Se trata de la Orquesta Filarmónica Checa, que regresa al festival de la mano de su titular Semyon Bychkov para ofrecer dos programas muy diferentes entre sí. El primero (26 de agosto) estará centrado en la Sinfonía nº 7 de Gustav Mahler, que la propia Orquesta Filarmónica Checa estrenó en septiembre de 1908 y que ha permanecido desde entonces como una pieza central de su repertorio. Un día más tarde (27 de agosto) se sumarán a la orquesta checa las hermanas Katia y Marielle Labèque, la soprano Evelina Dobračeva, la mezzo Lucie Hilscherová, el tenor Aleš Briscein, el bajo Jan Martiník, la organista Daniela Valtová Kosinová y el Orfeón Donostiarra, para clausurar la Quincena Musical por todo lo alto con una selección de piezas festivas de autores bohemios como Dvořák, Martinů, y la monumental Misa glagolítica de Leoš Janáček. Ambos conciertos se celebrarán en el Auditorio Kursaal y darán comienzo a las 20:00.
La Orquesta Filarmónica Checa tocó por primera vez el día 4 de enero de 1896 en Praga, dirigida por Antonín Dvořák en la Sala Rudolfinum, sede de la orquesta hasta hoy en día. Desde sus comienzos se comprometió al más alto nivel artístico y pronto se erigió en una de las mejores orquestas europeas, gracias al intenso trabajo de directores checos e internacionales como Vilem Zemanek, Ludvik Celansky, Oskar Nedbal, Nikolai Malko, Gustav Mahler o Edvard Grieg. La sección de cuerdas de la orquesta se hizo especialmente célebre, ya que estaba formada en su mayoría por alumnos de Otakar Ševčík, uno de los violinistas más influyentes de la época y eslabón de una escuela violinística que hundía sus raíces en la legendaria figura de Viotti. Los violonchelistas, por su parte, eran considerados herederos de Marcus Wihan, dedicatario del Concierto para violonchelo de Dvorak. Estas credenciales atrajeron hasta Praga a muchos de los grandes directores del siglo XX: maestros como Karajan, Abbado, Böhm, Celibidache, Mehta y Dohnanyi, así como centenares de solistas de la talla de Pablo Casals, Yo Yo Ma, Rudolf Firkusny, Sviatoslav Richter, Angelica May, Gidon Kremer, David Oistrakh, Pinchas Zukerman o Itzhak Perlman.
Semyon Bychkov nació en Leningrado en 1952, emigró a los Estados Unidos en 1975 y vive en Europa desde mediados de los años ochenta. En 1989, regresó a la ex Unión Soviética como director invitado principal de la Filarmónica de San Petersburgo y, ese mismo año, fue nombrado director musical de la Orquesta de París. En 1997, fue nombrado director principal de la Orquesta Sinfónica WDR de Colonia, con la que visitó la Quincena Musical por primera vez en 1998, y poco después fue nombrado director principal de la Ópera de Dresde. Bychkov es un director de ópera muy valorado y, justo antes de la pandemia, alcanzó uno de los hitos de su carrera al dirigir en el Festival de Bayreuth en los veranos de 2018 y 2019. En la Quincena Musical firmó también dos memorables veladas de ópera -en versión de concierto-: en 2004, una Elektra de Richard Strauss con Deborah Polaski como protagonista; y en 2007, un vibrante Otello de Verdi que tuvo al añorado tenor surafricano Johan Botha como cabeza de cartel. La última vez que Bychkov visitó el festival fue en el verano de 2020, con un concierto en el que dirigió a la Euskadiko Orkestra en un programa monográfico de Beethoven.
Viernes, 26 de agosto – Sinfonía nº 7 de Gustav Mahler
En la primera de sus actuaciones, la Filarmónica Checa y Bychkov se enfrentarán a una de las grandes creaciones de Gustav Mahler, la Sinfonía nº 7. El compositor Bohemio la estrenó junto con la orquesta checa y la partitura se ha convertido en una de sus cartas de presentación en todo el mundo; de hecho, ya la interpretaron en una visita anterior a la Quincena Musical, en 2005, bajo la dirección de Vladimir Ashkenazy. A principios del siglo XX, Mahler era conocido sobre todo como director de orquesta, y el público que escuchaba sus obras a menudo no entendía la visión cósmica de su música y su deseo de superar los convencionalismos. Por eso, aunque compuso la Séptima sinfonía entre 1904 y 1905, tuvieron que pasar tres años y numerosas revisiones antes del estreno en Praga en septiembre de 1908. Muchos de los cambios que aplicó afectaron a la instrumentación, que fue refinando hasta lograr transmitir un sentimiento de moderación e intimidad a pesar de estar empleando una orquesta enorme.
Con sus 80 minutos de duración y su estructura en cinco movimientos, la concepción de la tonalidad de Mahler en esta sinfonía estaba ya forzando los límites de la armonía tradicional. Es una partitura casi exploratoria, y quizá por ese motivo sea también una de las menos interpretadas del ciclo sinfónico mahleriano. Al igual que la Quinta y la Sexta, la Séptima es una obra puramente instrumental, sin coros, solistas vocales y sin guiones programáticos. Sus cinco movimientos forman un arco, con el siniestro Scherzo como punto central, flanqueado por las dos músicas nocturnas (Nachtmusik), que a su vez están rodeadas por la energía de las secciones de apertura y cierre. Algunos de sus recursos más originales de la sinfonía son el uso de cencerros en el primer movimiento, para recordar la placidez bucólica del verano en el campo, y el empleo seductor de la mandolina en el cuarto movimiento.
El concierto del 26 de agosto estará patrocinado por Laboral Kutxa.
Sábado, 27 de agosto – Obras de Dvořák, Martinů y Janáček
El segundo concierto de la Filarmónica Checa supondrá también la clausura del festival y tomará la forma de una gran fiesta de música bohemia que comenzará con la Obertura carnaval del gran compositor nacional checo, Antonín Dvořák. Acto seguido, se sumará en el escenario el dúo painístico que forman las hermanas labortanas Katia y Marielle Labèque, que se presentan a sí mismas como “dos pianistas inconformistas imposibles de encasillar” que saltan de clásicos como Bach, Brahms, Liszt y Mozart a compositores contemporáneos como Thomas Adès o Philip Glass. Su última visita a la Quincena Musical se produjo en 2018 y fue un ejemplo de este eclecticismo que las caracteriza, ya que presentaron el espectáculo “Amoria”, con el que rindieron tributo a sus raíces repasando 500 años de música vasca, desde figuras renacentistas como Joanes Antxieta al compositor donostiarra del presente Alberto Iglesias, con la colaboración de artistas vascos como Carlos Mena, Eñaut Elorrieta y OrekaTX. En esta ocasión, las hermanas Labèque realizarán un trabajo más convencional como solistas en el Concierto para dos pianos y orquesta (1942) de Bohuslav Martinů, una rítmica partitura llena de brío y de guiños al jazz, que es además un verdadero tour de force para el dúo de solistas.
En la segunda parte, subirán al escenario el Orfeón Donostiarra, la soprano Evelina Dobračeva, la mezzo Lucie Hilscherová, el tenor Aleš Briscein y el bajo Jan Martiník, para la interpretación de la monumental Misa Glagolítica de Leoš Janáček. Escrita en 1926 y revisada en 1928, el compositor afirmó que esta misa es más patriótica que religiosa. Janáček sentía una intensa devoción por las tradiciones populares de la música, la literatura y el idioma de las naciones checas, y decidió no usar un texto latino sino un antiguo texto eclesiástico eslavo escrito en alfabeto glagolítico. Por esta razón, la misa es, como describió el compositor, “festiva, de afirmación de la vida, panteísta, con poco de lo que podríamos llamar eclesiástico”, y ofreció también algunas pistas para su escucha: “La fragancia de los bosques alrededor de Luhačovice [el balneario donde pasaba sus vacaciones y donde escribió la mayor parte de la misa] es el incienso. La iglesia es el dosel gigante del bosque, los vastos cielos arqueados y los brumosos alcances más allá. Las campanas de un rebaño de ovejas suenan para significar la transformación de la Hostia. En el solo de tenor escucho a un sumo sacerdote, en el solo de soprano a un ángel de niña, en el coro a nuestra gente”.
El concierto del 27 de agosto cuenta con la colaboración de la Fundación EDP.