La Orquesta Filarmónica de Luxemburgo abre con dos conciertos el ciclo del Auditorio Kursaal

•    La prestigiosa formación luxemburguesa, liderada por el valenciano Gustavo Gimeno, regresa a la Quincena Musical tras su última actuación en 2021.

•    La orquesta llega acompañada de una joven estrella del piano, Bruce Liu, para el primero de los conciertos, y se le sumará Easo Ahots Mistoen Abesbatza, en el segundo.

•    Interpretarán el Concierto nº5 “Egipcio” de Saint-Saëns y la Quinta de Mahler hoy, jueves 1 de agosto, y de La ejecucón de Stepan Razin de Shostakovich y la Sinfonía fantástica de Berlioz mañana viernes día 2.  

•    Entradas a la venta en las taquillas del Kursaal y del Teatro Victoria Eugenia y en quincenamusical.eus.

Tras su participación en las ediciones de 2017 y 2021, la Orquesta Filarmónica de Luxemburgo regresa hoy jueves a la Quincena Musical para dar inicio al ciclo de grandes conciertos del Kursaal, por el que, un año más, volverán a desfilar solistas de renombre internacional y algunas de las orquestas más destacados de Europa. La Filarmónica de Luxemburgo, que ya inauguró la Quincena Musical en 2021 con dos conciertos memorables, volverá a ofrecer dos actuaciones en días consecutivos, bajo la dirección de su titular, Gustavo Gimeno: hoy, 1 de agosto, con un programa dedicado a la música de Camille Saint-Saëns, con la colaboración de uno de los jóvenes solistas de piano más requeridos de la actualidad, Bruce Liu, y de Gustav Mahler; y mañana, 2 de agosto, con la infrecuente cantata La ejecución de Stepan Razin de Dmitri Shostakovich, con el Coro Mixto Easo y el bajo Alexander Vinogradov, y laSinfonía fantástica de Hector Berlioz.

La Filarmónica de Luxemburgo es una orquesta vinculada a la radio en sus orígenes, ya que fue fundada en 1933 con el nombre de Grand Orchestre Symphonique de Radio Luxembourg. Desarrolló esta función con normalidad hasta los primeros años de la década de los noventa, cuando el Estado luxemburgués asumió la responsabilidad de la orquesta. Fue en aquel momento cuando esta adoptó su nombre actual y, desde 2005, es el conjunto residente de la impresionante Filarmónica de Luxemburgo, el etéreo auditorio con cientos de columnas diseñado por Christian de Portzamparc. Actualmente, la orquesta está integrada por 98 músicos procedentes de veinte países, cuyo trabajo ha sido reconocido por la elegancia de su sonido y por la electrizante energía que desprenden sus actuaciones junto a su director titular desde el año 2015, Gustavo Gimeno.

Gustavo Gimeno es, a fin de cuentas, uno de los directores españoles mejor valorados por la crítica y que está desarrollando una carrera internacional más importante. Nacido en 1976, se inició en el terreno de la percusión y con 17 años se trasladó a Ámsterdam para finalizar sus estudios. Poco después, ganó la oposición a percusionista de la Real Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam. En paralelo a su trabajo con la Concertgebouw, Gimeno comenzó a estudiar dirección en el Conservatorio de Ámsterdam, y pronto encontró la protección de dos directores fundamentales para entender la dirección de orquesta en las últimas décadas: Mariss Jansons y Claudio Abbado. Gimeno ha dirigido orquestas tan importantes como las de Cleveland, Chicago, Boston, Houston, así como la del Teatro Mariinsky de San Petersburgo o la Orquesta de la Rai italiana. En 2025 dejará de estar vinculado a la Filarmónica de Luxemburgo para asumir la dirección musical del Teatro Real, que compatibilizará con la dirección musical de la Toronto Symphony Orchestra, cargo que ostenta desde 2020.

El primero de los conciertos contará con la presencia de Bruce Liu, uno de los jóvenes pianistas en más rápido ascenso desde que en 2021 ganó el Concurso Chopin de Varsovia, considerado por muchos el más importante concurso pianísticos. Desde entonces, y gracias a la combinación de sus extraordinarias dotes musicales y su gran carisma, Liu se ha labrado un estatus estelar dentro del circuito clásico. Ha firmado un contrato en exclusiva con el sello discográfico Deutsche Grammophon y ha debutado ya con algunas de las orquestas más importantes del mundo, tales como la Sinfónica de Viena, Academia Nacional de Santa Cecilia de Roma, Filarmónica de Rotterdam, Royal Philharmonic de Londres y grandes orquesta americanas como las de Los Ángeles, San Francisco y Filadelfia.

El pianista canadiense abrirá el concierto de hoy como solista en uno de los grandes conciertos para piano del Romanticismo francés: el Concierto n.º 5, «Egipcio» de Camille Saint-Saëns. A Saint-Saëns le gustaba escapar de los inviernos parisinos para viajar a lugares cálidos como Argelia, las Islas Canarias o Egipto, y fue precisamente en este país, en la ciudad de El Cairo, donde completó su quinto y último concierto para piano en 1896. Frente a la influencia wagneriana que estaba de moda entre otros compositores franceses por aquellos años, Saint-Saëns propuso una partitura directa, refrescante y soleada, con un orientalismo que, más que egipcio, es más bien internacional, ya que el movimiento central contiene también referencias españolas y guiños a la música de gamelán, que el compositor pudo escuchar en la Exposición Internacional de París de 1889. En determinados momentos de la partitura aflora también una canción de amor nubia que Saint-Saëns escuchó a unos barqueros en el Nilo, y sonidos que evocan grillos y ranas.

En la segunda parte, Gimeno y la Filarmónica de Luxemburgo abordarán la Sinfonía n.º 5 de Gustav Mahler. Mahler la compuso entre 1901 y 1902, tras haber sufrido una hemorragia que lo llevó a las puertas de la muerte. Durante su recuperación, y reflexionando sobre lo que había alcanzado en su vida tras tantas luchas, comenzó a escribir esta sinfonía «del despertar» que arranca con un inefable solo de trompeta y una marcha fúnebre, pero cuyo carácter cambia radicalmente a partir del tercer movimiento. Poco después de escribir los dos primeros, Mahler había conocido a la que sería su esposa, Alma, y locamente enamorado, decidió proseguir la sinfonía con una música completamente diferente, que representase «a la humanidad en pleno esplendor del día, en el cénit de la vida». El movimiento más famoso es, sin duda, el cuarto, Adagietto, una la declaración de amor de Gustav a Alma. En lugar de una carta, le envió esta partitura, sin más explicaciones. Y así, tras el triunfo del amor, el quinto movimiento, un rondó de gran vigor y virtuosismo compositivo, conduce la sinfonía a una brillante conclusión con la aparición final de un coral triunfante.

El concierto de mañana viernes reservará la primera parte para una cantata de Dmitri Shostakovich, muy raramente interpretada: La ejecución de Stepan Razin, op. 119. Está considerada una extensión de la Sinfonía n.º 13, «Babi Yar» (que se interpretó en la Quincena Musical en 2012), ya que ambas fueron compuestas en un periodo de dos años y emplean textos del poeta Yevgeny Yevtushenko. Pero si la Babi-Yar hacia referencia a la masacre de judíos en dicho barranco ucraniano, en esta cantata se cuenta la historia del cosaco rebelde del siglo XVII, Stepan Razin, con un tono entre burlón y violento que resulta muy impactante. El propio compositor reconoció que había tomado algunos elementos de la escritura vocal y orquestal de compositores rusos como Borodin o Músorgsky, pero con una pátina siniestra que, según algunas interpretaciones, persigue establecer conexiones entre la barbarie de la Rusia medieval y la de la Unión Soviética en la que vivió Shostakovich. Los encargados de entonar los poemas de Yevtushenko serán el Coro Mixto Easo, coral donostiarra que ha tenido siempre una amplia presencia en la programación de la Quincena Musical, tanto en su tradicional formación de voces graves, que se remonta a 1940, como en el más reciente formato de voces mixtas, creado en 2006; y el cantante ruso Alexander Vinogradov, uno de los bajos más solicitados para interpretar el repertorio ruso y que ha actuado junto a directores como Gustavo Dudamel, Daniel Barenboim, Kent Nagano, Vladimir Jurowski, Lorin Maazel, Mariss Jansons o Zubin Mehta, entre muchos otros.

En la segunda parte, Gustavo Gimeno abordará una de las obras sinfónicas más famosas del repertorio: la Sinfonía fantástica de Héctor Berlioz, una creación que rompió con muchas de las convenciones del arte de la sinfonía cuando se estrenó en 1830. Berlioz sacó la inspiración para este fresco novelesco de su propio calvario sentimental, una historia de desamor que vertió en el interior de la partitura y que la vertebra y le otorga su extrema originalidad.

En 1827, Berlioz se coló en el Teatro Odeón de París para ver una representación en inglés de Hamlet de Shakespeare, por una compañía teatral irlandesa instalada temporalmente en París. El papel de Ofelia lo interpretaba Harriet Smithson, una joven actriz que fascinó al compositor por su belleza, su gestualidad y su presencia sobre el escenario, ya que apenas podía entender las palabras inglesas que salían de su boca. Berlioz quedó perdidamente enamorado de ella y comenzó a mandarle numerosas cartas de amor, que quedaron siempre sin respuesta. El rechazo de Smithson comenzó a afectar seriamente al compositor. Tenía cambios de humor repentinos y, sin poder quitarse a la actriz de la cabeza, vagabundeaba fantaseando por las calles de París. Estas experiencias, sus pasiones y desilusiones amorosas, las volcó en una partitura prácticamente autobiográfica que finalizó en 1830 y que le sirvió casi a modo de terapia. Para escribirla, necesitó desarrollar toda una serie de recursos compositivos nuevos (como la idée fixe, precedente del leitmotiv wagneriano) que le permitieran levantar ese gran monumento que es la Sinfonía Fantástica, una obra revolucionaria que no tenía precedentes musicales directos en su esencia estética ni formal.